Nilda Campos Maldonado, de 50 años, lleva toda su vida respirando el aroma de papayas, naranjas y piñas frescas. Su primer contacto con las frutas fue en Chanchamayo (Junín), lugar a donde llegaron sus padres de Lima para trabajar la tierra de sus ancestros. A los ocho años, y de retorno a la Capital, Nilda ayudaba a Estilita, su madre, a atender un puesto de frutas en el Mercado Mayorista de La Victoria. Para entonces, a inicios de los setenta, el pequeño negocio ya se hacía de los frutos más exóticos de la selva central, entre los que destacaban, el aguaymanto, el camu camu y el tumbo.
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